Friday, July 20, 2018

Vallnord DH World Cup 2018


Hace ya bastante que no escribo por aquí, así que voy a contaros de forma muy muy breve mi viaje de la semana pasada a una carrera llamada


UCI DOWNHILL MOUNTAIN BIKE WORLD CUP VALLNORD (ANDORRA) PRESENTED BY MERCEDES-BENZ


Con este año, ya son cuatro los que mi hermano y yo llevamos peregrinado a ese minúsculo país llamado Andorra, donde abunda el dinero, las "madres superioras", el tabaco... y los Fiat Panda. ¿Y por qué? Pues porque mola poder ver cada año a los mejores del mundo en el arte de tirarse monte abajo sobre una bicicleta. Si no tuvisteis la ocasión, se recomienda encarecidamente ir al menos una vez en la vida, como a Le Mans.



Esta vez quise llegar unos días antes de la carrera -llegamos el lunes por la tarde- porque tenía un montón de ganas de hacer mil millones de bajadas en bici en un día, y qué mejor lugar que el bikepark de Vallnord para hacerlo, con sus múltiples telesillas y su laberinto de pistas... Obviamente, ni tengo nivel ciclista -el que nace Pakito se queda Pakito- ni sabía a qué me iba a enfrentar, pero si Alberto Armada te dice que su padre y su novia bajaron por allí había que, al menos, igualar tal hazaña. Además, estaban por allí mis colegas Pellón y señora (o Cabarcos y señor, lo mismo me da que me da lo mismo), que me iban a enseñar las pistas y cómo no perderme por allí.



Primer fallo del viaje: en algún momento de enajenación mental mezclada con inocencia pura hice caso a Pellón y compré un forfait para dos días, martes y miércoles. Total "ya verás, te va a molar y con un día no te va a llegar"... Mentira, porque al final de la primera mañana ya estaba molido de brazos y piernas, no sentía los dedos de las manos y tenía la moral por los suelos. Aún así, y para no quedar mal delante de Pellón y señora (o Cabarcos y señor) seguí bajando como pude, siempre de último para que no se me viera mucho, y acabé la jornada sin caídas ni sustos de importancia. Después de eso solo recuerdo llegar reventado al hotel, tirarme en la cama y... Fundido a negro.



Al día siguiente me desperté bien y me levanté no tan bien -cosas de tener los cuádriceps medio en huelga por el esfuerzo del día anterior-, pero aún así cogí la bici y volví a hacer bajadas, no fuera a ser que me llamaran nenaza... Por resumir la mañana, acabé igual de muerto que el día anterior, pero según me dijeron bajando mucho mejor.



Ahora, aunque parezca que no viene a cuento, os voy a explicar cómo funciona el tiempo en Andorra en verano: de normal hace un tiempo cojonudo, con temperaturas agradables y cielos despejados, pero... Todos los días, a eso de las cinco de la tarde, se forman nubes de la nada y se ponen a descargar agua y granizo como si no hubiera un mañana. El fenómeno dura dos horas, por lo que a eso de las siete vuelve a salir el sol y aquí no pasó nada. Ojo, que cuando digo todos los días es TODOS los santos días.



Segundo fallo del viaje: Salir del hotel para recoger la acreditación de prensa -a veces soy pro y todo- a eso de las cinco y media de la tarde. Resultado: mojadura épica y un par de vídeos en los que si llega a salir alguien remando en barca tampoco sería extraño. Miña nai querida cómo chovía...



Para mi hermano y para mí, el primer día de entrenamientos en Vallnord incluye siempre el mismo ritual, que consiste en entrar en la sala de prensa, coger tres botellas de agua y una fanta, ir junto a Marisa a pedir los petos de prensa y que ella nos diga que no nos los puede dar. Los petos de prensa son el elemento que permite ponerse al lado del circuito, entre las dos cintas -el público se pone solamente detrás de la segunda, la más alejada-. Y Marisa es la jefa de comunicación y prensa de Vallnord, y por tanto la que manda en todo el tinglao de los media.



Intentar sacar fotos detrás de la segunda cinta es una pérdida de tiempo, porque casi no hay sitios buenos desde los que afotar y eso mina la moral. ¿Qué hacer en ese caso? Barridos, siempre barridos. Así se practica técnica, y además a partir de ciertas velocidades de obturación las cintas y redes dejan de ser el mayor asco del mundo para convertirse en líneas de tensión que hasta molan.



Por hablar un poco de bicis, se pueden extraer varias conclusiones de los entrenamientos... Que ver bajar a los buenos es una pasada, que donde una persona normal ve una trazada en realidad hay tres o cuatro, que Brendan Fairclough es el rey de los parciales -después sin parar la cosa cambia- y que los franceses van absolutamente desbocados, sobre todo los del Team Dorval AM, equipo del que me declaro fan absoluto. No serán los más rápidos, pero el nivel de sus vendidas, trazadas y animaladas varias es muy superior al de cualquier Danny Hart o Brook MacDonald.



Ahora, aunque parezca que no viene a cuento, os voy a explicar cómo funciona el paddock: los equipos oficiales, que están forrados y tienen montones de patrocinadores, cambian partes de las bicicletas todos los días, sobre todo neumáticos. Los "desechos", que suelen consistir en aros con pequeños bollos o neumáticos con un par de bajadas, los dejan detrás de las carpas, y esto lo aprovechan los corredores que van más pillados de presupuesto para tener algún recambio más.



Sabiendo esto os cuento que todos los días, una vez acabados los entrenamientos, un hombre anónimo -Pellón no quiere que salga su nombre- hacía una ronda por el paddock para ver con qué podía llenar la furgoneta. Al final fueron nueve neumáticos nada más, pero lo suficiente para que le entrara el gusanillo de la semidelincuencia. Si lo veis merodear alrededor de vuestras carpas en próximas carreras, ojo con vuestras bicis y cajas de herramientas.



El viernes tocó recibir una buena noticia: al llegar a la sala de prensa a por las tres botellas de agua de rigor, Marisa, que es una grandísima profesional y mejor persona, me dijo que tenía algo para mí. No, no era una táser de esas que venden en las tiendas de la Avenida Carlemany, era algo mucho mejor... ¡un peto de prensa! ¡Premio! Se lo agradecí casi como un francés celebrando la victoria en el Mundial de fútbol, y acto seguido me puse el peto y para abajo a gastar carrete. Ese día, en clasificación palmaron todos los españoles menos Ángel Suárez, Álex Marín y Carlos von Heyden Langelaan -que por los apellidos no parece que sea de Burela-, pero para mí eso era lo de menos... Tenía mi peto amarillo y ya nadie me lo podría quitar.



El día de la carrera es normal hacer todas las fotos en la zona de meta, que es donde se acumula el público y donde lógicamente los ganadores celebran las victorias. Mola estar ya en la zona y adelantarse a los grandes capos de las fotos, coger los sitios buenos antes que ellos y ver sus caras de "quién es este tipo desconocido que está donde me quería poner yo". Lo que no es tan normal es que al llegar a la sala de prensa te reciba una chica andorrana la ostia de simpática con un "¿eres de Galicia? Eu tamén falo un pouquiño galego". Con eso y cuatro tonterías más no sé a vosotros, pero a mí ya me tiene ganado para toda la vida.



Sobre la carrera... Baguette - baguette - kiwi. Ganó un francés con cara de tener siete años, seguido por un francés loco al que le gusta sentirla en el pecho y un leñador neozelandés. En féminas ganó una inglesa con una frente bastante despejada, seguida por la inglesa que debería haber ganado y... Tracey Hannah, que no sé ni cómo describirla. Por dar algo más de información a los que solo entrasteis para ver los resultados... Ángel Suárez consiguió la mejor posición de su vida -ahora a por el top ten-, el bueno de los Masters no se acaba de creer su novena posición y Aaron Gwin vio la carrera desde su casa. Podio, champán, risas y un millón de fotógrafos haciendo la misma foto a la misma bici ganadora desde la misma posición, en vez de sacar uno la foto y después hacerla rular entre todos.



Después de la carrera... A salir de noche, aunque solo sea para mezclarse con los pros de bicis y fotos, rajar de ellos rezando para que no entiendan ni una palabra de español y ver cómo se cogen unos pedos de campeonato -del mundo, cómo no-. Y por si alguien aún lo duda, los pros son personas de carne y hueso, que comen y cagan como todos, y salvo contadas excepciones son gente que mola. Muy loca, pero que mola.


Tercer y último error del viaje: No quedarnos a desfasar con los franceses. Menos mal que ahora viene el DHU de Sarria y podemos compensar.



No voy a hablar de los posibles delitos cometidos la última noche porque igual no me dejan volver a Andorra el año que viene, pero solo voy a decir que Pellón da pena hasta durmiendo.



Termino este brevísimo relato haciendo mención al viaje de vuelta a casa... el puto viaje de vuelta a casa. Madre de dios, qué cosa más aburrida, once horas metidos en un coche atravesando rectas, rectas y más rectas. Es una putada que solo se lo deseo a mis peores enemigos... Pero que el año que viene, si no pasa nada extraño, volveremos a hacer.














































Un saludo,



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