Thursday, December 27, 2018

XI Ciclocross Castelo de Maceda


Fulgencio. Cincuenta y tantos años. Uno setenta pelados. Noventa kilos después de hacer de vientre. Peina hacia un lado las pocas canas que le quedan, vive en Maceda, regenta una ferretería, tiene los triglicéridos por las nubes y también tiene una mujer, Puri, que lo engaña con Luca, un barbero italiano que se instaló en el pueblo hace cosa de un año. Lo de los triglicéridos lo sabe porque se lo dijo hace un mes su médico de cabecera, quien también le recomendó hacer ejercicio para evitar que le dé un infarto y quedarse tieso como un clavo de esos que tiene olvidados al fondo del almacén porque ahora todo dios va a Ikea y ya casi ni se venden. Putas estanterías Kallax. Del lío de su mujer con el barbero no tiene ni idea, aunque medio pueblo ya lo sabe y el otro medio lo sospecha.


Pocos días después de conocer su problema de salud, y plenamente dispuesto a llevar los triglicéridos a un nivel más normal que le aseguren una larga y sosegada vida, Paco se dirige a la tienda de motosierras y cortacéspedes del pueblo, lugar en el que Segismundo, un compañero de vinos de los jueves por la tarde, le dijo que venden "unas bicicletas de esas de andar por el monte que son cojonudas". Allí ve una bicicleta marca MTB-USA de 18 velocidades que le gusta y decide comprarla. El tendero consigue convencerlo de que su lustrosa cabeza bien vale 10 euros, así que aparte de la bici se compra un casco Soffatti de los 90, y para rematar el lote también un bote de aceite de cadenas de motosierra... Porque al fin y al cabo una cadena es una cadena, ¿no?, piensa todo lleno de razón. El tendero, que ya le enseñó a la Puri cómo funciona su motosierra, le ve cara de tonto y le quiere cobrar 200 € por todo, pero Fulgencio consigue negociar el precio y le queda todo en 150, llevándose además gratis un botellín del equipo Kelme de regalo. Fulgencio, cuyo nombre significa resplandeciente, sale de la tienda haciendo honor a su nombre. En ese momento el cincuentón más feliz de todo el valle de Maceda.



Unas semanas después de empezar a andar en bicicleta "una hora solamente, que si tardo más mi señora se enfada y piensa que la engaño con otra", el inocente y cornudo de Fulgencio se entera de que se va a celebrar una carrera de bicicletas junto al castillo, y como él ya es un ciclista más se anima a ir a verla para ver si es lo mismo que aquel campeonato de España que hicieron en 2016 y que tuvo todo el pueblo revolucionado una semana. Llama a Xulio Conde para preguntarle sobre la carrera porque es la mayor eminencia ciclista que vio Maceda desde que tiene memoria, pero lo pilla por los Pirineos catalanes y no le dice mucho, pero lo anima a que se pase por allí porque "vai haber un montón de chavalada local correndo e vano facer ben". Ninguno de sus compañeros de vinos de los jueves por la tarde se anima a acompañarlo, poniendo excusas la cual más variopinta: "es que me canso solo con verlos", "es que me apetece más jugar al mus con estos cabrones", "es que no me da la puta gana, puto pesado todo el puto día con la puta bicicleta de los cojones"... Y así todos. Pero a Fulgencio le da todo igual, para algo destacable que ocurre en Maceda al año no se lo va a perder.



Llega el día de la carrera... y se le olvida por completo ir a verla. Por suerte, mientras da un paseo para bajar la comida ve pasar un coche con una bicicleta colgando. ¡Ostia, la carrera del castillo! piensa mientras se acuerda también que tiene que pedir cita para revisar la próstata. Y es que le gusta andar en bicicleta pero últimamente siente que se le duerme el miembro, antes viril, y que tiene que ir más veces al baño de lo habitual. Va a ser cosa del sillín, pero hay que asegurarse.



Llegando a la zona de la carrera ve a un hombre arreglando una bici que parece de carretera para una mujer que va a correr, y piensa que "qué tiempos más modernos", sin darse cuenta de que todo esto de la igualdad empezó en la época del desnudo de Marisol en la Interviú. Se queda casi parado viendo que esa bicicleta de carretera tiene cuatro manetas de freno, y casi se atreve a decirle algo al mecánico porque ahí tiene que haber algo mal, su bicicleta solo tiene dos... O es un fallo de un mecánico inepto o eso es un invento del demonio, una de dos. Al final sigue su camino porque, pensándolo bien, no es su problema.



Con la historia del olvido, cuando llega al circuito ya hay deportistas corriendo. Bueno, quien dice circuito dice un montón de cintas y ya, que no dejan ver claramente nada de lo que está pasando en la carrera y que lo disuaden de meterse en medio. Para no cagarla y parecer un novato se queda al borde del circuito, unos metros más arriba de un Papá Noel regordete que lleva un micro y parece que está en su salsa anunciando con acento mexicano la llegada de dos tipos muy iguales con dos mochilas muy grandes. A saber quiénes son. Pero eso no es lo más sorprendente... ¡Están corriendo en el medio de una carballeira con bicicletas de carretera! Sabe que son de carretera porque en 2016 también pasó la Vuelta a España por Maceda y se fijó en los manillares con cuernos y las ruedas "de mentira" que llevaban. Por dentro está flipando en colores, pero por fuera se mantiene estoicamente serio mientras más o menos medio millón de cuarentones desbocados pasan zumbando una y otra vez.



Acabada la carrera -eso cree él- el Papá Noel parlanchín se apresura a llamar a más corredores para otra carrera.
- Perdone señora, ¿va a haber una salida ahora?, pregunta Fulgencio.
- Sí, claro, ahora corre mi hijo -le responde la madre de un corredor toda llena de orgullo y satisfacción-.
- Y luego, ¿va a haber más carreras?
- Luego y ahora mismo, buen hombre...
Lo único en lo que piensa Fulgencio es en que la Puri le va a echar una bronca de cojones por tardar más de una hora, pero bueno de perdidos al río...



Más carreras, más voces de Papá Noel, que resulta que lo maneja todo, fotógrafos/as corriendo de un lado para otro sin sentido ninguno, progenitores aplaudiendo a chavales que no son sus hijos, corredores con la bicicleta al hombro en vez de ir montados en ellas... Aquí falta mucho sentido común, piensa Fulgencio, cuando de repente un reflejo deslumbrante en la cabeza de un tipo con menos pelo que él lo ciega y tiene que apartar la mirada. Es un hombre con pinta de protagonista, de gustarle salir en las fotos, de mandar en el mundillo... Vamos lo que viene siendo un Tony Montana de toda la vida. Se le viene a la mente la imagen cierto mandamás al que conoce por ser fiel seguidor de las subidas de montaña en los años 90 y 2000 -cuando la Puri aún lo acompañaba en sus salidas-, y un escalofrío le recorre la espalda. ¿Será uno de estos elementos que se perpetúan eternamente en el cargo? Ojalá lo esté haciendo bien y no caiga en excesos... La preocupación no le dura mucho, porque acaba de pasar otro tipo corriendo con la bicicleta al hombro y se olvida del tema, volviendo a cagarse en la ideosincrasia de un deporte que no comprende.



Acaban las carreras mientras se hace de noche. Fulgencio se queda a ver los podios por curiosidad, y se da cuenta de que la que manda en esa parte del evento parece ser una fotógrafa que afirma ir medio borracha con solamente un chupito. "Qué poco aguante tiene ahora esta juventud", piensa apesadumbrado recordando otros tiempos más sencillos en los que las borracheras eran mucho mayores. Vuelve a centrarse en el tema y se descentra de nuevo al ver que hay mil podios con mil ganadores. Si hubo tres o cuatro carreras no salen las cuentas... Todos locos. Por cierto, la mujer de los cuatro frenos en la misma bici subió al centro del podio, así que algo debió ganar.



Fulgencio vuelve a casa andando porque hace una semana que partió la cadena de la bicicleta. Es tarde y hace frío. Joder si hace frío. Entonces, ¿por qué Puri estará siempre tan acalorada cuando él llega a casa?



Resumen: Nunca compréis una bicicleta en una tienda de motosierras, excepto si tiene motor de motosierra, cadena de motosierra, acelerador de motosierra y es una motosierra en vez de una bicicleta. Entonces sí.














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