Ayer, después de muchos años, volví a despegar las ruedas del suelo durante más de una décima de segundo... Y acabé con las bielas marcando las cuatro menos veinte.
Eso me pasa por ser un túzaro y querer tirarle a todos los saltos con una bici de rally exactamente igual que ÉSTA. Porque las cosas son como son, tan exagerado es bajar por el circuito que bajé hoy -que es el que sale en estas fotos- con una bici de 200 mm de recorrido trasero como bajar con una de 0 mm. No sé en qué estaría pensando para hacer tal gilipollez, pero oye, al menos me quedé a gusto sabiendo que vuelvo a ser capaz de volar un par de metros de largo desde una altura de unos 75 centímetros. El que no se consuela es por que no quiere.
Además de la bicicleta, hay otros motivos por los que las cosas no salen todo lo bien que deberían, como por ejemplo uno mismo. Darte cuenta de que no sabes echar el culo atrás ni el cuerpo hacia abajo, que tomar un peralte inclinando el cuerpo un poco -sólo un poco- es una odisea, que saltas más rígido que el palo de una escoba, que no sabes amortiguar con las piernas, que quieres mirar más hacia delante pero hay algo que no te deja... Son cosas que te van comiendo la moral, ahí, al merme, y que te hacen pensar que estarías mucho mejor tirando en un sofá viendo una película o pulsando un botón de una cámara de fotos -cosa que no tiene ciencia ninguna-. El fin de semana que viene volveré y si no hay ningún atisbo de mejora cortaré por lo sano: venderé la bici y me compraré un hámster. Y a vivir la vida, mindunguis.
El viernes pasado fui al Monte do Faro -con mi hermano de chauffeur- a sacar fotos a aviones en vuelo, y a la vuelta vimos un corzo medio escondido entre unos arbustos. Se quedó mirando para nosotros un rato y le saqué así como veinte fotos -de las cuales solo una medianamente bien expuesta y enfocada-. Después se aburrió de mirarnos y siguió su camino. A lo mejor era una señal.
Un saludo.
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