Ahora que somos campeones de liga

Después de la victoria del Pontevedra Rugby Club frente al Bierzo Rugby Club que daba a los pontevedreses el título de liga de la Segunda división territorial gallega, qué mejor que pedir a uno de los componentes del equipo ganador -Quincho, un tipo con tanto estilo escribiendo como jugando al rugby, tal como se puede ver en la siguiente imagen- que redactase el texto de esta entrada... Ahí va.

Llevo media hora delante de un documento de Word en blanco, que duro es hablar cuando sólo hay cosas buenas. Es mucho más sencillo sentarse ante una página en blanco y vomitar montañas de sarcasmos convirtiendo en logros y heroicidades los lances desafortunados del destino. Madre mía, parezco la RAE poniendo palabras raras.

Puede tener que ver también con escribir en un blog ajeno, te sientes como entrando en la casa de alguien a quien no visitas demasiado un día de lluvia, y esperas con cara de tonto en la puerta a ver dónde sería apropiado dejar el paraguas. (Sé que es una sensación enrevesada, os dejo un minuto de reflexión para poneros en situación) Pues igual que en esa situación lo último que quieres es mojar el suelo, aquí es… Uf, no sé por dónde iba.

Rugby

Qué bonita ciudad.

Este fin de semana el Pontevedra Rugby se jugaba el ascenso a primera regional gallega, tras dos años de existencia del equipo sénior. Míralos, con lo torpes que parecían al principio de la temporada pasada, y ahora… Siguen siendo torpes pero al menos ganan. Y eso llega, al menos por ahora.

El partido se presentaba difícil, tanto por ser una final de liga con la tensión que trae consigo, como por las ganas que mostraba el Bierzo Rugby por irse de Pontevedra con la copa en sus manos. ¡Menuda afición! Colgaron videos en YouTube con mensajes de apoyo, y decenas de tweets eran retwitteados por la cuenta del club con mensajes de apoyo, cualquiera se dobla ante tales armas.

El juego en sí no lo puedo comentar en exceso (secreto de sumario), no, en realidad no me acuerdo. Pero sí recuerdo las caras de felicidad de todos los compañeros al escuchar el pitido final, todos esos que durante ocho meses dejaron sangre, sudor y lágrimas (No, lágrimas no, que somos machos. Pongamos adrenalina en vez de lágrimas.) en el campo de entrenamiento, que sufrieron la pretemporada en la Lanzada, que asistieron a los entrenamientos los días que lo único que se prestaba era dormir una siesta eterna en casa, que se ducharon con agua venida de las profundidades del abismo en Monteporreiro, que disfrutaron como enanos con la primera victoria de la temporada, que se sorprendieron que llegara una segunda, que se dieron cuenta de su potencial al llegar a la tercera, que sufrieron la bronca de Chamy cuando perdimos el único partido de la temporada, y que el año que viene volverán a estar ahí, jugando, disfrutando y aprendiendo.

Mirando hacia atrás ves lo mucho que hemos cambiado, y mirando hacia delante ves que no hemos hecho nada más que empezar.

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